El paisaje rodea a mis amigos más íntimos con el corazón de un ser querido entre sus manos, ya sea este de un familiar cercano o de un gran amigo. Por un instante somos vida y aparecemos casi por arte de magia. El infinito se hace finito y podemos experimentar el universo. Sin embargo, de un momento a otro, todo termina y somos un corazón inerte. Lo único que queda es el afecto que dejamos, la memoria de un momento vivido, y el horizonte intacto.